2- Un viaje improvisado con amigos: destino cercano y aleatorio puede ser una aventura épica, sin que nadie lo sepa, una escapada nunca viene mal.😉
3-Probar un día sin tecnología te ayudará a desconectar y vivir el presente, además de ayudar a perder el aburrimiento más fácilmente.
Y no olvides saber que las cosas con amigos o familia siempre son más divertidas.
Un dato poco conocido sobre Amancio Ortega, el fundador de Inditex (el imperio que incluye marcas como Zara, Massimo Dutti y Pull&Bear), es que comenzó su carrera en el mundo de la moda trabajando como repartidor de batas en una tienda de ropa. Ortega no estudió en ninguna universidad ni tuvo una formación académica formal en negocios, lo que hace aún más impresionante su éxito. Además, se sabe que es una persona extremadamente reservada y rara vez da entrevistas o aparece en público. A pesar de ser uno de los hombres más ricos del mundo, Ortega ha llevado una vida bastante austera, impidiendo los lujos ostentosos. En lugar de ostentar su fortuna, se centra en su trabajo y en hacer crecer su imperio global.
Las publicaciones de Naim Darrechi en redes sociales son un claro ejemplo de cómo utilizar la fama de forma superficial y vacía. No aporta nada de valor, más allá de buscar atención a través de polémicas baratas y opiniones irresponsables. En lugar de aprovechar su alcance para compartir algo significativo, parece empeñado en crear controversias innecesarias solo para mantenerse en el ojo público. Sus posturas, muchas veces extremas y sin fundamento, demuestran una falta total de reflexión. En vez de ser un ejemplo a seguir, se dedica a fomentar el sensacionalismo y la toxicidad, contribuyendo nada más que al ruido innecesario en las redes. Da la impresión de que su única meta es llamar la atención, sin importar el daño que causa a la gente.
La maldición de dejar algo en el plato por pena de que se acabe surge de un amor tan profundo por la comida que el último bocado parece una despedida definitiva. Todo comienza cuando el plato está casi vacío y aparece esa última porción perfecta. Sabe que lo deseas, pero un sentimiento de angustia te invade. "¿Y si me lo como y ya no hay más?", piensas, como si el plato susurrara "Ya no seremos tan monstruos por hacer desaparecer toda la comida".
Es una guerra silenciosa en tu mente: el hambre te llama, pero tu corazón se resiste. "Si me lo como, se acaba la magia", te dices. Y, en un acto de protección, decide dejarlo. No porque no tengas hambre, sino porque la idea de despedirte de esa experiencia sensorial te duele. Ese último trozo se convierte en un símbolo de tu ambición por la comida.
